Tomado de “All About Cohabiting Before Marriage”
(Todo acerca de la cohabitación antes del matrimonio)
"Lo cierto es que cada vez que un hombre se acuesta con una mujer,
ahí, les guste o no, se establece una relación trascendental
que debe ser disfrutada eternamente o soportada eternamente.”
C. S. Lewis, The Screwtape Letters
Hoy se dan varias razones para vivir juntos, la mayoría de las cuales están basadas en mitos populares actuales. Entre los mitos más comunes de hoy se encuentran los siguientes:
Todo el mundo no lo “está haciendo”. Las estadísticas muestran que entre el 65 y el 80 por ciento de las personas de edad universitaria son sexualmente activas, entre las cuales algunas están viviendo juntas (Marco 1997). Johnson (1996) estima que entre el 30 y el 40 de los estudiantes universitarios cohabitan durante su tiempo en la universidad. Si bien este es un número grande, también indica que entre el 20 y el 35 por ciento no son activos y alrededor del 60 y el 70 por ciento de los estudiantes no cohabitan sexualmente. Por lo tanto, decir que “todos lo están haciendo” es un mito que no puede sostenerse como una justificación válida para la cohabitación.
Primero, es más barato para dos vivir juntos. Sin embargo, todo ahorro monetario o de otro tipo que se logra al tomar la decisión de vivir juntos es también el precio al cual uno comprometerá, perderá o venderá sus normas morales, virginidad y pureza. Segundo, las ventajas económicas no determinan por sí solas si algo es moralmente correcto o incorrecto. Tercero, la mayoría de los cohabitantes finalmente se separan y la economía obviamente no es un impedimento determinante en ese momento, así que ¿por qué dejar que sea un factor determinante desde el principio? Las preguntas morales deberían ser: “¿Cuánto vale mi virginidad?” y “¿Me reservaré para mi cónyuge de toda la vida?” Kevin Leman, en “Smart Kids, Stupid Choices” (Chicos astutos, elecciones estúpidas), dice: “es como darle a alguien un millón de dólares y darse cuenta de que se lo dio a la persona equivocada, pero ahora se ha ido con su dinero. Para siempre. Ya no lo tiene. Y la persona que debería tenerlo nunca lo tendrá.”
Uno prueba un coche antes de comprarlo, así que ¿por qué no hacer lo mismo con sus relaciones de toda la vida? Otro argumento que suele oírse es: “uno prueba un par de zapatos para ver si calzan bien antes de comprarlos, así que ¿por qué no hacerlo con su cónyuge?” Alguien ha dicho que cuando uno prueba un coche no pone su equipaje personal en el baúl, y cuando uno se prueba zapatos nuevos no quiere que ya tengan el olor y los hongos de otra persona. Uno puede descartar los zapatos sin dañar a nadie, pero uno no puede descartar a una persona sin dañarla a ella y tal vez a otras personas más. La gran paradoja es que la investigación indica justamente lo contrario de esta “sabiduría” convencional. Hay numerosos estudios (ver “Razones” abajo) que han demostrado que las parejas que han vivido juntas antes del matrimonio tienen mayores probabilidades de disentir sobre cosas como la recreación, las tareas domésticas y las finanzas, y tiene mayores probabilidades de buscar aconsejamiento que las parejas que no cohabitan. Las escrituras nos dicen: “huid de la fornicación” (1 Co. 6:18) y: “huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia” (2 Ti. 2:22). En otras palabras, eviten a toda costa toda indulgencia sexual. La tasa de divorcio que se disparó en las últimas tres décadas, durante el mismo período del crecimiento de la práctica de “vivir juntos”, es prueba suficiente de que los “matrimonios de prueba” son un fracaso.
Muchas personas son heridas permanentemente – emocionalmente, físicamente o en ambos aspectos. Aun aquellos no involucrados directamente, como sus amigos y padres, podrían quedar lastimados. Marco (1997) indica varias estadísticas para personas de edad universitaria, incluyendo el hecho de que el 63% de todas las enfermedades de transmisión sexual ocurren a personas de menos de 25 años de edad y más del 20% de todas las personas con SIDA son de edad universitaria. El pecado es como arrojar una piedra en un estanque: involucra sólo la piedra y el estanque, pero envía ondas por todo el estanque. El pecado nunca es solitario. Siempre tiene efectos ondulatorios. El pecado también puede compararse con una hoja de cálculos electrónica, donde un cambio en una celda afecta todo el resultado al final. El hombre a veces vive como si un único comportamiento o evento es una celda aislada que no afecta a otra; pero lo hace. La filosofía de vida de una persona es como la fórmula que controla una hoja de cálculos electrónica. Cuando se cambia una parte, se cambia todo.
Se dice que “vivir juntos tiene mucho en común con el matrimonio excepto por la imposición legal de la iglesia y el estado.” Sin embargo, hay cuestiones de nacimientos, de salud y de enfermedades que surgen como consecuencia de la cohabitación y que ciertamente implican responsabilidad y gastos para la sociedad. La iglesia es una parte vital de la sociedad y, como tal, tiene la responsabilidad de sostener aquello que es lo mejor para la sociedad. Si la pareja quiere ser casada en la iglesia, entonces sí se convierte en un asunto de la iglesia. La iglesia misma también tiene la responsabilidad de sostener las normas bíblicas de la pureza, que es de su incumbencia. Somos amonestados en las escrituras y tenemos la responsabilidad de seguir la verdad en amor (Ef. 4:15). Además, las iglesias ayudan a iniciar y mantener matrimonios duraderos. Los asistentes frecuentes a la iglesia tienen tasas de divorcio menores porque están expuestos a la enseñanza y la instrucción sobre el éxito marital y porque el cuerpo de la iglesia presta apoyo y exige rendición de cuentas a las parejas (Mattox 1997).
Primero, el amor nunca puede ser una razón para el sexo prematrimonial; más bien, es una de las mayores razones para evitar el sexo prematrimonial (Martin & Myers 1996). El verdadero amor nunca buscaría la caída espiritual del otro (Ro. 13:10). Las escrituras dicen que el amor es paciente y bondadoso, no es egoísta, no se alegra del mal, sino siempre tiene esperanza (1 Co. 13). Por lo tanto, el verdadero amor es paciente al esperar el momento adecuado para el sexo. Es bondadoso para con los cónyuges futuros al no dañar previamente la intimidad marital. El verdadero amor no sería egoísta al colocar la voluntad de Dios y las necesidades de otros por encima del yo. No se alegraría del mal de la desobediencia, ni forzaría a otro a desobedecer a Dios (Martin & Myers 1996). Segundo, los “sentimientos de amor” son engañosos. Jim Long dice en Campus Life (febrero de 1986): “El amor te puede engañar. Tus sentimientos te pueden engañar. La línea entre el amor y el enamoramiento es delgada. Y, francamente, el sexo confunde todo. Involucrarse físicamente oscurece el asunto. Hace que te sientas más cerca de lo que realmente estás. Te hace sentir que estás realmente enamorado. Tal vez sí. Tal vez no.” Tercero, vivir juntos es una forma de prostitución y amor. Dunagan (1993), por ejemplo, explica que la palabra griega que se traduce como “fornicación” es “porneia”, que significa también prostitución, y “porne” era la palabra para una prostituta. Dios escogió estas palabras para describir y rotular toda actividad sexual fuera del matrimonio (1 Co. 7:9; Mt. 19:9). La fornicación es, en esencia, el amor que se compra o se vende, que no es amor para nada. La persona con la que se gratifica este tipo de “amor” (lujuria) no se la considera en realidad como una persona para nada, sino una cosa. Él o ella es un mero instrumento a través del cual se satisfacen las demandas de la lujuria y la pasión. Dios nos está diciendo que llamar a esto “amor” es falso.
Esto es presuntuoso, ingenuo y una mera expresión de buenos deseos. Suele haber una persona en la relación que no piensa en términos de una relación permanente, para toda la vida. La pregunta persistente es: “Si uno cede a la tentación moral antes del matrimonio, ¿qué será diferente y qué le impedirá repetir el comportamiento una vez que haya terminado la luna de miel?”
La institución del matrimonio fue creada y ordenada primeramente por Dios (Gn. 2), y todos los matrimonios siguen siendo bendiciones ordenadas por Él a fin de que ambos lleguen a ser uno. Es evidente que en tiempos bíblicos había un acuerdo contractual, tal vez verbal, que denotaba el matrimonio. Las parábolas de la vestimenta de la boda (Mt. 22:11-14) y de las diez vírgenes (Mt. 25:1-13) indican que la boda tenía lugar en un tiempo y lugar dados. Las escrituras dicen: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22:21; Mr. 12:17; Lc. 20:25). El gobierno (el “César” de nuestro tiempo) exige que tengamos una licencia matrimonial a fin de ser reconocidos legalmente. Dado que una ceremonia civil es un requisito civil, estamos obligados a observar este requisito, como ciudadanos cumplidores de la ley y como cristianos.
Marco (1997) brinda una cita que él cree resume mejor lo que demuestran los estudios: “He dormido con muchas, muchas personas tratando de encontrar el amor y la dignidad propia. Y cuántas más eran las personas con las que dormía, menor era la dignidad propia que tenía.” Tiene sentido, dice; cuando uno se entrega como “partes” a una gran cantidad de personas, uno ya no está entero y, como consecuencia, puede llegar a sentir menos dignidad propia y seguridad interior – porque hay partes de usted que faltan.
Un mito que suele oírse a menudo es que no hay nada en la Biblia que condene a una pareja por tener relaciones físicas antes del matrimonio.1 Corintios 7:2 dice: “pero, a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada uno tenga su propio marido.” Dunagan (1993) explica: “La ‘fornicación’ es actividad sexual ilegal de cualquier tipo. En este versículo, Pablo contrasta la relación matrimonial con la fornicación. La fornicación puede evitarse cuando uno tiene su propio cónyuge. Por lo tanto, la ‘fornicación-actividad sexual ilegal’ existe en una relación en la que un hombre y una mujer tienen una intimidad física sin estar casados. Y la Biblia es muy clara respecto de las consecuencias de la fornicación (1 Co. 6:9; Gá. 5:19-21; Ap. 21:8; He. 13:4). Además, Pablo dice a quienes no tienen el autocontrol para vivir una vida como solteros que se casen (1 Co. 7:9).
"No hará que te ame más." “Ya estamos comprometidos entre nosotros; no necesitamos que un pedazo de papel lo demuestre.” Dunagan (1993) presenta el otro lado del argumento: “Si no hay ninguna diferencia en su relación, ¿qué tiene de malo agregar un símbolo más de su compromiso total?” Evidentemente, el matrimonio consiste de más que un pedazo de papel. Después de todo, dice Dunagan, ¿quién se opone fuertemente a “sólo un pedazo de papel”? ¿Quién se ha opuesto alguna vez a comprar un anillo (o algo lindo) sólo para probar su amor? O “Estamos comprometidos mutuamente, nos amamos, no necesitamos dormir juntos para probar que nos amamos”, por un lado, o “Te amo…estoy realmente comprometido contigo, pero no por toda la vida”, “Te amo, pero no lo suficiente como para ser tu esposa”, “Te amo, pero no lo suficiente como para llevar tu apellido”, “Te amo, pero no lo suficiente como para jurar ese amor ante Dios, la familia y los amigos”, “Te amo, pero no lo suficiente como para entrar en una relación que trae honor, respeto y conserva tu dignidad”, por el otro.
Traducción: Alejandro Field
Copyright All About Cohabiting Before Marriage. Usado con permiso.