Rick Rood es el ex director de publicaciones de Probe Ministries y ahora trabaja como capellán de hospital. Se graduó de Seattle Pacific University (B. A. History) y Dallas Theological Seminary (Th. M.). Ha realizado estudios de Ph.D. en teología en D.T.S. y ha servido como pastor, ha sido un instructor de seminario y ha trabajado por varios años en un ministerio para estudiantes internacionales. Rick y su esposa Polly son padres de dos adolescentes.
Rick Rood, un ex miembro del personal de Probe, cuidó amorosamente a su esposa Polly a lo largo de su lucha de veinte años contra los estragos degenerativos de la Enfermedad de Huntington. Escribió este ensayo intensamente personal y penetrante un par de meses después de la muerte de Polly, en agosto de 2003. Ofrecemos con gratitud sus reflexiones sobre esa experiencia.
Durante estos primeros meses de acostumbrarme a estar solo, sin mi querida esposa Polly, he tenido oportunidad de reflexionar bastante, no solo sobre nuestros treinta y dos años de matrimonio, sino especialmente sobre estos últimos veinte de acompañarla en su experiencia con la Enfermedad de Huntington (EH), particularmente la forma en que me han impactado a mí. Reconozco que este será un ensayo muy personal. Y partes de él podrán resultar tediosos, en el mejor de los casos. Pero siento que, al final de este largo período, este es un momento adecuado para que yo comparta algunos de mis pensamientos y complete algunos de los huecos en la historia de Polly. Mi propósito no es solo compartir algo de mi corazón, sino también brindar un vistazo de algunas de las formas en que el Señor estuvo obrando a través de esta experiencia, al menos según mi percepción.
Polly y yo nos conocimos en nuestros años de estudiantes universitarios en Seattle Pacific University, y llegamos a conocernos bien durante el año en que ambos servimos en el gobierno estudiantil. Recuerdo al día de hoy cómo quedé cautivado por su calidez y buen humor encantadores, así como por su actitud servicial. Polly solía pasar sus veranos trabajando en campamentos cristianos. Y el verano antes de servir en el gobierno estudiantil juntos, ella trabajó como misionera de verano entre los indígenas de Columbia Británica, en Canadá. Polly se había especializado en educación primaria y era, también, una muy buena pianista. Cuando era más joven, también había sido porrista y había integrado el equipo de natación de su escuela.
Cuando nos casamos, el 11 de septiembre de 1971, ni se nos cruzó por la cabeza que, casi exactamente trece años después, nuestras vidas se verían impactadas como lo fueron cuando se le diagnosticó EH. En ese tiempo no había ningún análisis clínico para esta enfermedad. No había forma de saber que uno la tenía, hasta que empezaron a revelarse los síntomas. Pero, en el transcurso de un año, y luego de dos visitas al Centro de Ciencia de la Salud de la Universidad de Texas, el médico de Polly concluyó que tenía una "certeza del 99%" de que ella tenía EH. A partir de ese momento, ningún aspecto de nuestra vida -física, emocional, relacional, social, vocacional y espiritual-quedaría sin tocar por esta realidad. También sabíamos que su salud iría declinando gradualmente a lo largo de los próximos quince años, aproximadamente, y que solo un pequeño porcentaje de pacientes con EH sobreviven más de veinte años, una vez declarada.
Podría detallar cada paso de la experiencia de Polly con EH (y más adelante también con el cáncer), y llenaría varias páginas. Pero ese no es mi propósito en este ensayo. Sólo diré que sus limitaciones afectaron cada aspecto de su persona, y que avanzaron lentamente y gradualmente a lo largo de los próximos diecinueve años, hasta que fue llevada a su casa en el cielo el 6 de agosto de 2003. Sin embargo, hubo ciertos "hitos" a lo largo del camino que compartiré con usted. El más notable de estos fue cuando se hizo obvio que era hora de que fuera a vivir a una clínica, en agosto de 1992. Polly nunca eludió los desafíos con los que se confrontó por esta enfermedad. Siguió haciendo todo lo que estaba dentro de sus posibilidades. Pero tuvo que renunciar gradualmente a una actividad tras otra: manejar, cocinar, vestirse y alimentarse por su cuenta, etc., etc.
El año antes de ingresar a la clínica, pude trabajar casi por completo desde casa para el ministerio donde servía al momento (International Students). No era seguro dejarla sola, ya que perdía el equilibrio fácilmente. Y necesitaba que alguien la alimentara a la hora de comer y que la ayudara con los demás aspectos de su vida. Habíamos hablado de que fuera a una clínica anteriormente, si bien no era algo con lo que ninguno de nosotros se sentía completamente cómodo. Pero recuerdo bien el día en que se sentó en nuestro living y me dijo: "Rick, creo que es hora de que me vaya a una clínica". Creo que ambos sabíamos que era el momento. Polly necesitaba que alguien estuviera con ella a todas horas, de día y de noche. Pero también teníamos dos hijos que debíamos seguir criando (Jeff y Jill tenían 12 y 15 años en ese tiempo), y un ministerio de tiempo completo que seguir.
El día que ayudé a Polly a mudarse a su habitación en la clínica, me quedé con ella a la hora del almuerzo. Nunca había pasado mucho tiempo en clínicas antes. Y, al mirar alrededor de la sala, me di cuenta de que estábamos entrando a un mundo muy diferente. La mayoría de las personas de esta clínica estaban bastante discapacitadas. ¡Fue un choque cultural! Pero, con mis visitas nocturnas, y el desarrollo de relaciones con el personal y otros residentes, la clínica de Polly pronto se convirtió en mi hogar también. El mundo de ella se convirtió en mi mundo. ¡El punto culminante de mi día durante los próximos once años era ir a su clínica para estar con ella a la noche y cuando podía ir a darle su comida en el almuerzo! Al principio, Polly usaba un andador, e íbamos caminando al comedor, nos sentábamos solos en una mesa, y hablábamos de nuestro día. Ella siempre quería que le consiguiera una bebida llamada Dr. Pepper o té helado, y que los levantara a la boca para que pudiera tomarlos con una pajilla. Le encantaba que le leyera de varios libros, y especialmente de la Biblia. Creo que leímos la mayor parte de la Biblia juntos, y algunos libros varias veces. Le encantaban Génesis, Isaías, los Salmos y los Evangelios. Pronto Polly tuvo que usar una silla de ruedas, y yo solía llevarla en la silla a un banco bajo la sombra de los árboles. Nos sentábamos, mirábamos los pájaros y orábamos juntos. Una cosa que me dijo Polly unos días luego de entrar a la clínica revela algo del tipo de persona que era ella. Me dijo: "Rick, ¿crees que debería comenzar a testificar a la gente aquí?". He conocido personas a lo largo de los años cuyo celo por testificar tiene probablemente el efecto contrario al que deseaban. Pero Polly no era una de ellas. Su sola tranquila perseverancia y sus modos alegres me decían muchísimo, como creo que ocurría con muchos que la rodeaban. La trabajadora social en la clínica donde pasó sus primeros cuatro años hizo estos comentarios acerca de ella: "Polly era una persona muy alegre. Cada vez que la veía, tenía una sonrisa en el rostro que alegraba al mundo. Siempre estaba elogiando a otros por cosas que hacían. Le encantaban los desafíos. Jugó un papel importante en nuestro equipo de voleibol con globos. Si bien su condición de salud la limitaba en hacer algunas cosas por su cuenta, hacía todo lo que podía sola, intentando ser lo más independiente posible. Recuerdo su rostro cuando solía decirme que saldría a ver un partido de béisbol, y lo entusiasmada que estaba. Polly era una persona muy amable y dulce que amaba a su familia, y la vamos a extrañar".
Había muchas actividades divertidas que brindaba el personal de la clínica, incluyendo voleibol con globos (que parecía disfrutar mucho Polly), cenas para fiestas especiales (ella solía vestirse con su mejor vestido y me acompañaba por el pasillo hasta el comedor), salidas a varios eventos en la ciudad (por ejemplo, conciertos, la feria estatal). En realidad, cuando Polly ingresó en la clínica su vida mejoró de muchas formas. Porque el año anterior a su mudanza, prácticamente todo nuestro tiempo estaba dedicado a "mantener la cabeza fuera del agua" (cosa que no siempre lográbamos hacer). Empezábamos a hundirnos bajo el peso de todas las actividades necesarias solo para mantener nuestra vida. Pero, con toda la ayuda del personal de la clínica para cubrir muchas de estas cosas, el tiempo que pasamos juntos ahora podía dedicarse a otras cosas que mejoraban la calidad de vida de Polly.
Durante varios años, siempre llevaba a Polly a casa los fines de semana, y siempre programaba una salida especial o dos, a un juego de béisbol, un concierto, una película, un paseo por el lago, etc., etc. Encontré que la anticipación de estos eventos ofrecía un elemento de esperanza y gozo a Polly durante las largas semanas en la clínica. Todos necesitamos esperanza, aun las pequeñas esperanzas de un cambio de ritmo en cada fin de semana. Recuerdo bien un día, tal vez ocho o nueve años atrás, cuando Polly me miró y dijo en su lenguaje confuso de entonces: "Rick, tú ayudas a que mi vida valga la pena". Que yo le diga a usted esto parece egoísta, y tal vez lo sea. ¡Pero le diré que esa declaración permaneció en mi corazón durante muchos años! En otra ocasión, recuerdo que le pregunté a Polly cómo ella seguía adelante a pesar de las dificultades que eran a veces abrumadoras. Simplemente me dijo: "Tengo al Señor. Y tengo a mi familia".
Unos seis años atrás, se le hizo muy difícil a Polly seguir comiendo, así que decidió permitir a un médico insertarle un tubo de alimentación en su estómago. Durante un tiempo seguí trayendo a Polly a casa los fines de semana. Sin embargo, con la alimentación por el tubo cada cuatro horas, ninguno de nosotros conseguía dormir mucho, y el domingo a la noche ambos estábamos exhaustos. Pero aun después de discontinuar sus visitas la casa por estos períodos largos, seguíamos saliendo los viernes por la noche (principalmente a juegos de béisbol de escuelas secundarias) y los sábados por la tarde, y aun a la iglesia los domingos por la mañana (donde nos sentábamos atrás del santuario). Estas salidas me daban mucha alegría. Y era tan satisfactorio ver a Polly sonriendo, aun cuando apenas podía hablar ya.
La condición física de Polly estaba declinando bastante rápido ahora. Y se estaba volviendo mucho más difícil llevarla a lugares. Recuerdo bien un día, creo que cuatro años atrás, cuando me di cuenta de que ese sábado en particular sería probablemente la última vez que podría sacarla. Así fue. Desde ese día en adelante, Polly raramente salió de su cama, excepto cuando la llevábamos a la sala de la ducha. De ahí en más, se volvió una cuestión ya no de llevarla a los lugares que disfrutaba sino de traerle alegría a Polly en su habitación. Si bien continuamos muchas de nuestras rutinas diarias, me parecía que la adoración se convertía cada vez más en nuestra actividad más significativa. Polly ya no podía hablar, y yo no soy ningún gran músico. Pero podía darme cuenta de que la música de adoración que escuchábamos frecuentemente le daba una gran consolación . . . y a mí también. De hecho, en los últimos años fue la adoración lo que me dio más consolación y gozo a mi propio corazón como cuidador y esposo de Polly . . . hasta el último día de su vida. Justo antes de dejarnos ella, estaba preparándome para tocar una canción. Nunca llegué a hacerlo. ¡Pero estoy convencido de que ella fue recibida en el cielo con música muchísimo mejor y con una adoración mucho más significativa que todo lo que yo le pudiera brindar!
Al reflexionar cada vez más sobre estos últimos veinte años, me he hecho muchas preguntas. Era solo natural, especialmente al principio, preguntar "¿Por qué?". Pero sabíamos que vivimos en un mundo caído, y ninguno de nosotros puede pretender inmunidad de las luchas y aun las tragedias de la vida. Nunca pasó por mi mente, en realidad, preguntar "¿Qué?". Es decir, "¿Qué haré como esposo de Polly?". Sabía que estaba con ella "para todo el viaje". No importa qué pasara. Pero sí pregunté a veces "¿Cómo?", "¿Cómo haremos esto?". ¿Cómo la cuidaré, criaré a nuestros dos hijos, seguiré en un ministerio de tiempo completo, y por unos pocos años durante esta experiencia ayudar a cuidar a mi madre, que sufría de la Enfermedad de Alzheimer, y mi padre, cuando se enfermó tan seriamente como resultado de trabajar tan duramente por cuidar a mi madre? Y no me llevó mucho tiempo darme cuenta de que, fuera del Señor, no había forma en que podría hacerlo. Era una tarea imposible. Pero también sabía que no estamos "fuera del Señor". Él había demostrado ser fiel a nosotros de muchas formas a lo largo de los años. No podría dejar de serlo ahora.
Poco tiempo después de que Polly fuera diagnosticada con EH en 1984, estaba leyendo los Salmos, y llegué a esta declaración: "Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga (literalmente, "trastabille")" (Salmos 55:22). En el margen leí que la palabra "afanes" (Reina Valera, "carga") podía ser traducida como "lo que te ha dado". En ese momento, el Señor me hizo ver que el afán o la carga que habíamos recibido eran, de alguna forma misteriosa que todavía no podía entender, un "regalo" del Señor. No algo que Él había causado. Pero algo que Él podía tocar y transformar. Pasarían muchos años antes que pudiera siquiera comenzar a ver cómo esto podría ser cierto de alguna forma. Al avanzar en mi lectura de los Salmos, también llegué a la afirmación: "Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas" (Salmos 68:19). Sabía que, si íbamos a terminar esta carrera, sería haciendo lo que estos dos versículos nos instaban a hacer . . . y hacerlo un día a la vez. Había mantenido durante un tiempo un diario en donde registraba evidencias de la mano de Dios en nuestra vida. Y a lo largo de los próximos veinte años, volví a esta disciplina muchas veces. Hoy, este diario es una de mis posesiones más preciosas, porque está lleno del registro de la fidelidad de Dios para con nosotros, aun cuando a veces mi propia fe personal era muy de la variedad "semilla de mostaza", ¡si es que llegaba a tanto! También estaba muy consciente de que necesitábamos el apoyo en oración de muchas otras personas. Y no le puedo decir el aliento que fue para ambos saber que tantos amigos en todo el país estaban orando por nosotros hasta diariamente. Cuando me encuentro con personas en el hospital que están bajo una carga demasiado pesada para llevar, siempre las aliento a conseguir el apoyo diario en oración de la mayor cantidad de personas posible. ¡Y que les pidan que sigan orando hasta que lleguen al cielo!
Cuando vuelvo a leer este diario, encuentro evidencia de la actividad del Señor en nuestras vidas de dos formas principales. Primero, en las muchas cosas que hizo por nosotros. Estoy seguro que hubo innumerables formas en que Él estuvo trabajando por nosotros, de las cuales no tuvimos ninguna conciencia. Pero mencionaré algunos de las formas de las que sí estuve consciente. En primer lugar, se volvió evidente, con el paso de los años, que Dios nos había estado preparando para este largo capítulo de nuestras vidas, principalmente brindándonos modelos. Pienso, por ejemplo, en mis propios abuelos paternos. Entre los recuerdos más lejanos de mi vida están el ver a mi abuela cuidar de mi abuelo durante los años que siguieron a un importante infarto que tuvo él, a principios de la década de 1950. Luego estuvo el modelo que nos dio en Bill y Dorothea Hart, que eran miembros de nuestra iglesia en la zona de Seattle a fines de la década de 1970. Bill sufrió la Enfermedad de Parkinson durante muchos años. Y él y su querida y amorosa esposa eran asistentes habituales en la iglesia que pastoreé durante cinco años. ¡Qué gran ejemplo fueron para nosotros! Y tuvimos el ejemplo de la madre de Polly, Elsie, que cuidó incansablemente al hermano de Polly, Chris, durante tantos años. Estaba mi propio padre, que fue tan dedicado en el cuidado de mi madre durante todos sus años con la Enfermedad de Alzheimer. Había una pareja que conocimos en Hayward, California, en 1987, Sherwood y Harvette Peters. Harvette tenía esclerosis múltiple, y dependió del cuidado amoroso de Sherwood muchos años antes de ir a su hogar celestial. Estaban nuestros vecinos, Al y Jeane Olson, que vivían justo en frente de nosotros. (¡No sabíamos qué bendición serían para nosotros, cuando compramos nuestra casa, sin saber siquiera que vivían ahí!) Al sufrió de un trastorno nervioso durante muchos años, y su esposa Jeane brindó un modelo tan maravilloso al cuidarlo con tanta paciencia. Podría mencionar a otros, como Greg y Lisa Hatteberg, de Dallas Seminary, que siguen luchando con la esclerosis múltiple de Lisa. Y tantos otros que Dios hizo que cruzaran nuestro camino para servir como modelos y ejemplos, especialmente para mí.
Además de prepararnos, también era evidente que el Señor estaba guiándonos y proveyendo para nuestras necesidades. La guía y la provisión de Dios fueron evidentes, ante todo, al permitirme permanecer en un ministerio de tiempo completo durante estos últimos veinte años, pero de formas que me permitieron la flexibilidad para brindar el nivel de cuidado creciente que necesitaba Polly. Francamente, no sabía cómo podría ocurrir esto. Pero, ¡qué agradecido estoy por los años que se me permitió servir en Dallas Seminary, International Students, Probe Ministries y, desde 1996, en la capellanía del hospital! ¡Y por muchos, muchos fieles amigos que me han apoyado en estos esfuerzos!
Pienso en las familias especiales que vivían cerca de nosotros y que nos ayudaron a pastorear a nuestros queridos hijos durante los años en que crecían y estábamos siendo exigidos más allá de nuestras capacidades.
La guía y la provisión del Señor también fueron evidentes en puntos a lo largo del camino donde tuvimos que tomar decisiones importantes. Pienso, por ejemplo, cuando llegó el momento en que Polly tuvo que ingresar a la clínica. Fue nuestra vecina, Melanie Miller, una enfermera, quien nos informó acerca de Brentwood Place, el único centro de salud en el condado de Dallas que tenía una preponderancia de residentes jóvenes (Polly tenía solo 41 años); y luego, cuatro años después, cuando las necesidades de Polly estaban creciendo, nos informó acerca de la inauguración de una nueva clínica para cuidado de personas mayores a orillas del lago Ray Hubbard, donde Polly vivió más de siete años. Recuerdo también cuando Polly y yo hablábamos de esta decisión, que nos atrajo una historia en el noticiero de la tarde acerca de una pareja que pasaba por el proceso de tomar la misma decisión que nosotros.
Cuando ingresó a la clínica, tuvimos que sortear una serie de problemas legales y financieros, incluyendo solicitar ayuda de Medicaid para Polly. Esta era la única forma en que podríamos afrontar este nivel de cuidado. Solo aquellos con activos totales por debajo de cierto límite pueden calificar para esta ayuda, que fue el caso nuestro en ese momento. Luego supimos, sin embargo, que si hubiésemos esperado un mes para hacer la solicitud, hubiéramos sido descalificados, y Polly no podría haber ingresado a esa clínica por dos años tal vez. Esto era obra del Señor, y sus tiempos para ella.
En otros tiempos de decisión, parecía como si Dios pusiera a personas que se cruzaban en nuestro camino y que tenían justo la perspectiva y el aliento que necesitábamos en ese momento específico. Cuando Polly tuvo que tomar la decisión acerca de un tubo de alimentación, por ejemplo (que es, en realidad, una enorme decisión), el mismo día que la estábamos considerando entré en una habitación en el hospital donde sirvo como capellán, y encontré una paciente de EH con su esposo. Ella había tomado la misma decisión que estaba considerando Polly. ¡Sólo me encuentro con pacientes de EH una vez al año, aproximadamente! Pero me encontré con ella el mismo día en que necesitaba algún aliento con relación a la decisión de Polly.
Uno de los compañeros más constantes estos últimos veinte años fue la tentación de descorazonarme. Estoy convencido de que hay una batalla espiritual que rodea temas como estos en nuestra vida. Hay un enemigo que quiere derrotarnos y destruirnos. Y encontré que una de las formas en que el Señor nos alentó (estoy hablando por mí aquí), fue a través de las muchas pequeñas evidencias de su presencia en nuestra vida. Si usted pudiera leer varias páginas de mi diario, llegaría a la conclusión de que había registrado varias "coincidencias" interesantes en nuestra vida. Pero cuando uno une tantos sucesos de este tipo a lo largo de no solo años sino décadas, no se vuelve "coincidencia" sino "providencia".
Por ejemplo, recuerdo un día a principios de la década de 1990, cuando llegó un paquete con un libro a mi escritorio en Probe Ministries, donde servía como Director de Publicaciones. Acompañaba este paquete una carta de los autores del libro. Me preguntaban si consideraríamos comercializar y distribuir este libro. Este fue el único pedido de este tipo que recuerdo haber recibido durante los años que trabajé allí. Noté, por la cubierta del libro, que el libro era una biografía o una historia. Cómo llegaron a mandar este libro a nosotros, en Probe (un ministerio académico/educativo), aún no lo sé. Los autores no tenían forma de conocerme, ni podían saber nada acerca de nuestra vida. Pero lo que me sorprendió, cuando abrí el libro, fue que era la historia de una pareja, ¡en la que el esposo sufría de EH! La enfermedad de Polly. ¿Cuál es la probabilidad? ¡Con el tiempo conocimos a la dulce esposa que sobrevivió al hombre acerca de quien hablaba el libro!
Recuerdo otra vez, poco tiempo después que ingresó Polly a la clínica, que la llevé una noche a un concierto en una iglesia grande de Dallas. Había unos 4.000 asistentes. Llegamos unos minutos después de lo planeado, y las luces ya habían sido apagadas. Estaba repleto. Pero había un lugar al final de un banco, en la planta baja, donde Polly podía sentarse al lado mío con su silla de ruedas. Ocupamos nuestro lugar. Me volví a mi derecha, ¡y encontré que la persona que estaba justo al lado mío era la jefa de enfermería de su clínica! Ni siquiera sabía que era creyente, ni que estaría allí esa noche. ¿Cuál es la probabilidad? Hubo otra ocasión, también, en que terminé de leer una porción de un libro a Polly en la clínica y luego fui a un culto en una iglesia cercana. El tema del mensaje del pastor era exactamente lo que acababa de leerle a Polly. ¿Cuál es la probabilidad?© 2003 Probe Ministries. Todos los derechos reservados.
Dada cualquiera de estas instancias, no pensaría demasiado en ellas. Pero este tipo de sucesos formaron un patrón a lo largo de muchos años, ¡hasta el último día mismo de la vida de Polly! Relaté en mi carta de recordación de Polly algunas de las evidencias de las huellas digitales de Dios en nuestra vida hasta sus semanas y días finales. Pero para aquellos que no han leído ese relato, repito parte de él aquí. La mañana antes de que ingresara Polly al hospital por última vez, me estaba preparando para el día y escuchaba una radio cristiana en el fondo. Como es mi costumbre, antes de dejar la habitación me fui a la cama y me senté para leer la selección del día del devocional "Daily Bread" (Pan Diario). Al sentarme, fui a apagar la radio. Pero, antes que pudiera hacerlo, las últimas palabras que decía la persona en la radio captaron mi atención. Dijo: "Si usted supiera que hoy es el último día de su ser querido, ¿qué le diría?". Un pensamiento interesante. Entonces abrí mi devocional, y la lectura del día decía "¡Dilo ahora!". Estas palabras aparecían en el artículo: "Recordar las buenas cualidades de amigos o familiares que han fallecido en su funeral está bien, pero cuánto mejor es elogiarlos sinceramente cuando todavía están vivos. Podría ser el aliento que necesitan desesperadamente . . . No lo deje pasar. Dígalo hoy. ¡Mañana puede ser demasiado tarde!". Esa noche, cuando fui a ver a Polly, me propuse especialmente estar solo con ella y decirle cuánto la amaba y agradecía a Dios por ella, y agradecerle a ella por todo lo que había hecho por nosotros como familia a lo largo de los años. Polly no había podido hablar para nada durante los últimos años. Pero la mirada en sus dulces ojos castaños habló más de lo que podrían haber dicho las palabras. Yo no sabía que esta era ciertamente su último día completo en la clínica. La noche siguiente estaría sentado con ella en la sala de emergencias, cuando ingresó al hospital por última vez. Dos semanas después, estaba levantado temprano en la mañana del 6 de agosto, preparando mi desayuno antes de volver al hospital. La misma estación de radio sonaba en el fondo, como dos semanas antes. Esta vez, el comentarista salió al aire para decir: "Sabe, cuando llega el tiempo de morir, las relaciones que nos sustentarán durante nuestro tiempo de necesidad son las que hemos cultivado y alimentado toda nuestra vida. Morimos como hemos vivido". Menos de dos horas después, estaba parado al lado de la cama de Polly cuando dejó este mundo para ir al cielo.
Comparto estos sucesos con usted simplemente para ilustrar cómo con el tiempo aprendí a tomarlos como recordatorios, o "señaladores", a lo largo del camino, de la presencia y el cuidado pastoral de Dios sobre nuestra vida. Aun en nuestras horas más difíciles. Una de las muchas cosas que el Señor hizo por nosotros durante la larga enfermedad de Polly.
Pero, tan importante como lo que el Señor estaba haciendo por nosotros, si no aún más, era lo que vimos, con el tiempo, como su obra en nosotros. Al menos supe que Él estaba buscando hacer esto en mí. Poco después de que murió Polly, nuestra hija Jill me dijo (y yo la corregí rápidamente): "Papá, creo que la razón por la que Dios te puso con Mamá era porque Él sabía que tenías la cualidades que se necesitaban para cuidarla". Conozco mi corazón mejor que ella, y le dije: "Jill, creo que una razón por la que el Señor nos puso juntos era porque Él sabía que yo necesitaba adquirir la cualidades necesarias para cuidar a Mamá". Y es cierto. Recuerdo bien un día (un momento, en realidad), tal vez cinco años después de ser diagnosticada Polly, que me di cuenta de lo que Dios estaba haciendo en mi vida en este sentido. Y de cuánto necesitaba crecer. Sólo puedo hablar por mí, pero sé que cuando Polly se enfermó, Dios me alistó en un proceso de moldeado de la vida. Parte de este proceso involucraba que Él fuera quitando con un tallado suave y paciente las cualidades que Él sabía que necesitaba disminuir en mi vida. La otra parte era infundir gradualmente en mi corazón las cualidades que Él quería que adquiriese. Y yo vi tres, principalmente.
La primera de estas era una fe más sólida en el Señor. No se trataba de que no hubiera fe en nuestro corazón antes. Pero esta tarea requería una fe en un nivel distinto del que yo sé que tenía personalmente. No estoy hablando necesariamente de la fe en el poder sanador de Dios (si bien sé que es real). Francamente, hubo ocasiones a lo largo de los años en que personas bienintencionadas nos instaron a tener fe en que Dios sanaría a Polly milagrosamente. Un hombre me dijo que, si teníamos fe realmente, suspenderíamos todas las medicaciones de Polly. No necesito decirle que no pensé en esta sugerencia mucho tiempo. El tipo de fe que sentí que Dios apuntaba a hacer crecer en nosotros era una confianza en su bondad, y la bondad de sus propósitos, aun cuando desconociéramos cuáles eran realmente. Aun cuando la vida se volviera más difícil cada año. Este tipo de fe viene solo de Dios.
A lo largo de los años, el Señor usó cosas como la lectura de la Biblia, los momentos de oración, las oraciones de otros y el registro de ocasiones como las que mencione antes, para alimentar nuestra fe en Él. No era que no experimentáramos tiempos de duda y desazón. Los experimentamos. Sin embargo, una cosa que aprendí fue que la experiencia de dolor y pena no es inconsistente con la fe en el Señor. La carta de Pablo a los Filipenses está llena de exhortaciones al gozo y a la paz, y contiene una maravillosa afirmación de nuestra esperanza de que estar con Cristo es "mucho mejor". Pero en el medio de esta carta Pablo hace la confesión sincera de que si su amigo Epafrodito fuera a morir como resultado de su reciente enfermedad, él hubiera experimentado "tristeza sobre tristeza" (2:27). La palabra de Dios es tan realista y equilibrada. Ese hecho me ayudó a soportar las estaciones más tormentosas (como ocurre ahora).
La segunda cualidad en la que sentí que Dios estaba trabajando, y ésta es en realidad un subproducto de la primera, era la esperanza. No soy por naturaleza una persona muy esperanzada. Pero aprendí a crecer en esta área. Veo la esperanza como simplemente "fe orientada hacia el futuro" (lo leí en alguna parte). Una expectación no solo de "buenos tiempos por venir", sino que, así como la bondad de Dios ha sido revelada en el pasado, también será revelada en el futuro, aun cuando venga a través de un encuentro con la enfermedad y el dolor. Que lo que el enemigo podría desear que fuera para el mal (y que es malo), Dios puede usar y usará finalmente para el bien. Aun frente a la muerte (ese invasor extranjero en el orden creado por Dios), ¡hay una maravillosa esperanza de vida eterna en el cielo, y en la resurrección venidera!
La tercera cualidad en la que Dios estaba trabajando es la más importante. Es el amor. Digo "más importante" porque el Nuevo Testamento nos dice que si la fe no produce amor, entonces no somos "nada" (1 Corintios 13:2). Es inútil y está muerto. Amaba a Polly antes. Pero esta enfermedad probó nuestro amor, y puso la mira en ese amor. Hablando por mí, Dios usó esta enfermedad para transformar mi amor por Polly. Aprendí cuánto necesitaba crecer en un amor auténticamente desinteresado y sacrificial. No era que no necesitaba tiempo para cuidar de mí. Uno puede descuidar sus propias y legítimas necesidades como cuidador. Y veo algunos cuidadores en el hospital que hacen esto. Recordé que aun el "buen samaritano" delegó parte del cuidado en otros para que él pudiera ocuparse de sus otras obligaciones (Lucas 10:35). Pero hay una diferencia entre ocuparnos de nuestras necesidades y solo atender nuestras necesidades. Y esto era lo que el Señor me estaba mostrando.
Me estaba mostrando cuántas formas hay de deletrear "amor". Vestir, bañar, alimentar, llevar, sonreír, reír, llorar, leer, cantar, simplemente sentarse en silencio . . . . Aprendí que en una sociedad que asigna el mayor valor a la apariencia y la capacidad, es muy fácil para las personas cuya enfermedad les quita esas cosas sentirse no solo disminuidas sino también devaluadas. Hay veces en que las palabras y las acciones de otras personas pueden reforzar esta falsa creencia. Aprendí que el regalo más significativo que podía dar a Polly era comunicarle con mis propias palabras y por mis acciones que ella era el ser humano más valioso de mi vida. Y lo era.
No debo dejar de mencionar aquí que no sólo sentí que el Señor estaba transformando mi amor por Polly, sino que también estaba profundizando mi amor por Él. Hubo momentos en que me sentí confundido y molesto por lo que el Señor permitía que ocurriera en nuestra vida. Todavía siento el dolor de algunos de esos recuerdos. Pero, al pasar los años, y al experimentar cada vez más el amor pastoral de Dios sobre nuestras vidas (aun durante tiempos muy difíciles), mi amor por Él y de agradecimiento hacia Él crecía cada vez más. Como resultado, sentía una pasión creciente en mi corazón para simplemente adorarlo. Tanto la adoración privada como la colectiva se convirtieron en el punto focal y culminante de mi semana. Recuerdo haber leído de joven el versículo que dice: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero"" (1 Juan 4:19). Es cierto. El amor que siento por Él y la adoración que encuentro que fluye de mi corazón, es simplemente la respuesta natural a su gran amor, expresado a nosotros de tantas formas diferentes. Cuando mi corazón se enfría, como ocurre a veces, una de las cosas que he aprendido a hacer es traer a la mente las muchas formas en que Dios nos ha amado tan atentamente durante estos últimos veinte años. "La fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor" (1 Corintios 13:13).
Le diré sinceramente que la mayor bendición de mi vida ha sido cuidar de Polly. Extraño este cuidado profundamente. Y si bien nunca querría que ella pasara de nuevo por lo que sufrió estos veinte años . . . , si tuviera que hacerlo, yo estaría primero en la fila para acompañarla de nuevo.
Varios años atrás, estaba leyendo el Evangelio de Juan. Cuando llegué al final del libro, me vi atraído a la declaración que hizo Jesús a Pedro, donde le dio a entender "con qué muerte había de glorificar a Dios" (21:19). Siempre había pensado en "vivir para la gloria de Dios". Pero nunca había pensado en "morir para la gloria de Dios". Sabía en ese momento que los años que le quedaban a Polly eran pocos probablemente. Y comencé a orar casi diariamente para que cuando llegara el momento abandonarnos, su partida le diera a gloria a Él de alguna forma. Esa fue una oración dura de hacer. Y pienso que no estuve listo para verla contestada hasta la última vez que entró al hospital. Pero ahora que ese día ha llegado y se ha ido, creo que Dios contestó esa oración. En mi mente, Él la ha contestado en parte al magnificar a través de Polly todo lo que ha hecho por nosotros, y todo lo que está haciendo en nosotros. Y lo continuará haciendo hasta que lo veamos en gloria. Soli Deo Gloria.
Traducción: Alejandro Field
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