Rick Wade se graduó de Moody Bible Institute con un B.A. en Comunicaciones (radiodifusión) en 1986. Se graduó con honores en 1990 de Trinity Evangelical Divinity School con un M.A. en Pensamiento Cristiano (teología/filosofía), donde sus estudios culminaron en una tesis sobre la apologética de Carl F. H. Henry. Rick y su familia viven en Rowlett, Texas. Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a espanol@probe.org.
¿Quién es usted, después de todo? ¿Tiene una identidad? ¿Qué constituye su identidad? ¿Quiénes son sus padres? ¿Dónde nació? ¿De qué trabaja?
Los cristianos ubican correctamente su identidad última en el Dios que nos creó a su imagen. Somos la creación de Dios, hechos para sus propósitos y para su gloria. Pero, ¿somos importantes como individuos ante Dios? ¿Somos sólo una pequeña parte de la masa de la humanidad? ¿O somos personalidades individuales con algunas características que comparten todas las personas, pero también con un conjunto de características únicas que son nuestras?
Según el esquema mental que ha tomado el mundo occidental, llamado postmodernismo, no somos un "yo" para nada. No tenemos ninguna identidad única que sea identificable desde el nacimiento hasta la muerte; no hay un verdadero "usted" que permanezca constante a lo largo de todos los cambios de la vida.
En un artículo anterior, mi colega Don Closson exploró los puntos de vista acerca de la naturaleza humana que sostienen los teístas, los panteístas y los naturalistas. En este artículo quisiera examinar el punto de vista postmoderno de la naturaleza humana, y evaluar una orientación posible para una respuesta cristiana.
¿Qué es el postmodernismo? En general, se reconoce que el postmodernismo no es una filosofía, según nuestra idea típica de lo que es una filosofía. No es un sistema filosófico único y bien elaborado que busque definir y contestar las grandes preguntas de la vida. El postmodernismo es, más que nada, una descripción del esquema mental de la cultura occidental en la segunda mitad del siglo veinte. Algunos lo llaman un estado de ánimo. Nosotros podríamos decir que es una descripción de los fracasos del modernismo, junto con una mezcolanza de sugerencias para una nueva orientación del pensamiento y la vida.
El modernismo es el nombre dado a una forma de pensar que nació en la era del Iluminismo. Es una perspectiva muy optimista sustentada por los éxitos de las ciencias, que produjeron una tecnología realmente maravillosa. Podíamos entendernos a nosotros y nuestro mundo y, trabajando juntos, podríamos arreglar lo que estaba roto en la naturaleza y en la vida humana.
Lamentablemente, al final del día hemos descubierto que nuestro optimismo estaba errado. Obviamente, no hemos solucionado todos nuestros problemas, y cuanto más aprendemos más nos damos cuenta de lo poco que sabemos. La razón no ha estado a la altura de su reputación en el Iluminismo.
No sólo no hemos podido arreglar todas las cosas, sino que la tecnología que tenemos ha tenido algunos efectos colaterales malos. Por ejemplo, la movilidad que resultó del transporte moderno nos ha sacado de comunidades estables que brindaban normas de comportamiento, de protección y un sentido de continuidad entre el hogar, el trabajo y las demás actividades de la vida. Agreguemos a eso la globalización de nuestras vidas que nos pone en contacto con personas de muchos trasfondos diferentes y con muchas creencias y formas de vida diferentes, y podemos ver por qué luchamos para mantener algún tipo de continuidad en nuestras propias vidas. Sentimos que nos estamos volviendo personas divididas mientras corremos de aquí para allá, y en cada destino encontramos conjuntos de valores y expectativas diferentes. En palabras del teólogo Anthony Thiselton, la resultante "falta de estabilidad, falta de una identidad estable y una pérdida de confianza en las normas o metas globales generan una incertidumbre, inseguridad y ansiedad profundas." [1] Ya no tomamos nuestras señales de la tradición o de nuestro propio "giroscopio" interno-un conjunto internalizado de valores que nos guían en nuestras vidas. Tomamos nuestras señales de otras personas que están dirigidas por otros. Tomamos nuestras señales de otras personas que supuestamente "saben" y pueden decirnos lo que debemos hacer y ser en cada compartimento distinto de nuestras vidas. Nos encontramos "ansiosos por conformar, pero siempre en duda en cuanto a qué es exactamente a lo que debemos conformarnos." [2] Nos sentimos "cómodos en todas partes y en ninguna parte, capaces de una intimidad superficial con todos y en respuesta a todos." [3]
Todo esto produce en nosotros un sentido de estar constantemente en el cambio. El debate acerca de lo que era fundamental en nuestro universo-el cambio o la estabilidad-ocupó el pensamiento de los filósofos griegos mucho antes de Cristo. Este debate sigue en nuestros días. De hecho, un escritor señaló que "el postmodernismo puede ser visto como un debate acerca de la realidad." [4] La búsqueda, en tiempos modernos, por encontrar lo que es verdaderamente real-lo que es verdadero y estable-ha cedido. En los tiempos postmodernos, el cambio es fundamental; el cambio es normal.
En todo esto nos parece que perdemos nuestro sentido de identidad. De hecho, como veremos, los pensadores postmodernos de avanzada dicen que no tenemos ningún yo.
Señalé antes que el postmodernismo es más una descripción de los fracasos del modernismo que una filosofía en sí misma. Uno de los temas clave que divide a las dos eras es el de la verdad. Mientras que el modernismo era bastante optimista acerca de nuestra capacidad de conocer la verdad, no sólo acerca de nosotros y de nuestro mundo sino también acerca de cómo mejorar la vida, el postmodernismo dice que en realidad no podemos conocer la verdad. Para mencionar una forma en que nuestra falta de confianza en la razón para llegar a la verdad misma se evidencia, piense en cuántas veces las disputas se resuelven con insultos o apelando a la frase siempre disponible: "Bueno, esa es tu opinión," como si eso pusiera fin al asunto, o aún con la fuerza. Según notó un estudioso, "la discusión se ha transformado en retórica. La retórica luego pasa a depender de la fuerza, la seducción o la manipulación." [5]
Dado que no podemos realmente conocer la verdad-si es que hay una verdad para ser conocida-no podemos contestar preguntas acerca de la realidad última. No hay una única "historia"-como se la llama-que explique todo. Así que, por ejemplo, el mensaje de la Biblia no puede ser tomado como verdadero porque pretende dar respuestas finales acerca de la naturaleza de Dios, del hombre y del mundo. En la jerga del postmodernismo, es una metanarración, un historia que cubre todas las historias. Toda metanarración es rechazada de plano. Simplemente no podemos tener ese tipo de conocimiento, según los postmodernistas. [6]
Uno de los problemas básicos de conocer la verdad es el problema del lenguaje. El conocimiento es mediado por el lenguaje, pero los postmodernistas creen que el lenguaje no puede relatar adecuadamente la verdad. ¿Por qué? Porque hay una disyunción entre nuestras palabras y las realidades que pretenden reflejar. Las palabras no representan con precisión la realidad objetiva, se piensa; son sólo convenciones humanas. Pero si el lenguaje es lo que usamos para transmitir ideas, y las palabras no reflejan con precisión la realidad objetiva, entonces no podemos conocer la realidad objetiva. Lo que hacemos con las palabras no es reflejar la realidad, sino crearla, en realidad. Esto se denomina constructivismo, [7] el poder de construir la realidad con nuestras palabras.
Lo que significa esto para la naturaleza humana en particular es que no podemos en realidad hacer afirmaciones universales acerca de los seres humanos. No podemos saber si existe tal cosa como la naturaleza humana. Quienes sostienen el constructivismo dicen que no existe ninguna naturaleza humana propiamente dicha; somos lo que decimos que somos.
Hay un segundo problema con el lenguaje. Los postmodernistas son muy sensibles a lo que llaman la voluntad de poder. Las personas ejercen poder y control sobre otros, y el lenguaje es una herramienta que se usa para hacer esto. [8] Por ejemplo, definimos roles para las personas, hacemos afirmaciones acerca de Dios y de lo que Él exige de nosotros, etc. Al hacerlo, definimos expectativas y límites. Por lo tanto, con nuestras palabras controlamos a las personas.
Como resultado de este concepto del lenguaje y su poder para controlar, los postmodernistas son, prácticamente por definición, sospechosos. Lo que la gente dice, y aún más lo que escribe, es sospechoso de ser una herramienta para controlar a otros.
¿Qué significa esto para la naturaleza humana? Significa que si tratamos de definir la naturaleza humana, se considera que estamos intentando ejercer el control sobre otras personas. Como dijo alguien, hacer de una persona un sujeto-un tema de estudio y de análisis-es sujetar a esa persona; en otras palabras, ponerla en una caja y definir sus límites.
Por lo tanto, la naturaleza humana no puede ser definida, así que para todos los propósitos prácticos no existe la naturaleza humana. Hay más, sin embargo. No sólo no existe la naturaleza humana en general, sino que no hay personalidades individuales tampoco.
Miremos con mayor detenimiento el punto de vista postmoderno del yo.
El escritor Walter Truett Anderson da cuatro términos que usan los postmodernistas para hablar del yo y que tienen que ver con los temas del cambio y las múltiples identidades. El primero es multifrenia. Esto se refiere a las muchas voces diferentes en nuestra cultura que nos dicen quién somos y qué somos. En palabras de Kenneth Gergen: "por cada cosas que 'sabemos que es verdadero' acerca de nosotros, otras voces dentro de nosotros responden con duda y aún con burla." [9] Nuestras vidas son multidimensionales. Las diversas relaciones que tenemos en nuestras vidas nos tiran en diferentes direcciones. Representamos "tal variedad de roles que el concepto mismo de 'yo auténtico' con características conocibles desaparece de la vista." [10] Y estos roles no se superponen ni son congruentes de ninguna forma significativa. Como dice Anderson: "En el mundo postmoderno, uno simplemente no llega a ser un 'alguien' único y consistente." [11]
El segundo término es proteano. El yo proteano es capaz de cambiar constantemente para adecuarse a las circunstancias actuales. "Puede incluir cambiar de opiniones políticas y de comportamiento sexual, cambiar de ideas y de formas de expresarlas, cambiar formas de organizar nuestra propia vida." [12] Algunos consideran esto como el proceso de encontrar el yo verdadero. Pero otros lo ven como una manifestación de la idea de que no hay ningún yo verdadero y estable. [13]
En tercer lugar, Anderson habla del yo descentrado. Este término se centra en la creencia de que no existe ningún yo. El yo está siendo redefinido constantemente, y constantemente está sufriendo cambios. Como enseñó un filósofo: "El sujeto no es quien habla el lenguaje, sino su creación." [14] Por lo tanto, no hay ningún "yo" perdurable. Somos lo que se nos describe que somos.
El cuarto término de Anderson es el-yo-en-relación. Este concepto se encuentra a menudo en estudios feministas. Simplemente significa que vivimos nuestras vidas no como islas en cuanto a nosotros sino en relación con personas y a ciertos contextos culturales. Para entendernos correctamente necesitamos entender los contextos de nuestras vidas. [15]
Si juntamos estos cuatro términos, tenemos la imagen de una persona que no tiene ningún centro sino que está tirada en muchas direcciones diferentes, y está constantemente cambiando y siendo definida externamente por las diferentes relaciones que tiene con otros. Todas estas ideas claramente van en una dirección diferente de la que tomó la sociedad moderna. Antes se creía que nuestra meta debía ser lograr la integridad, encontrar el yo integrado, reunir todas las partes aparentemente diferentes de nosotros en un todo cohesivo. El postmodernismo dice "no, eso no puede pasar porque por naturaleza no somos un yo cohesivo."
Así que no hay ningún "yo," ninguna personalidad interna para luchar con todos estos roles diferentes y determinar cuál aceptaré, cuál no y, en última instancia, quién soy realmente. Entonces, ¿cómo ocurren los cambios? ¿Quién decide cómo soy o quién soy? Según el pensamiento postmoderno, somos modelados por fuerzas exteriores. Estamos construidos socialmente.
¿Qué significa estar construido socialmente? Simplemente significa que los valores, lenguajes, el arte, los entretenimientos de nuestra propia sociedad, y todo aquello que nos rodea cuando crecemos, definen quiénes somos. No tenemos identidades fijas que puedan separarse de lo que nos rodea y que permanezca igual aun cuando ciertas características y circunstancias puedan cambiar.
En un tiempo se creía que lo que hacemos externamente refleja lo que somos por dentro. Pero, si no hay un "dentro," debemos depender de lo que está afuera para definirnos. Somos producto de fuerzas exteriores sobre las que tenemos diferentes grados de control. El postmodernista sospechoso considera que tenemos poco control sobre todas las fuerzas que actúan sobre nosotros.
Por lo tanto, somos creados de afuera hacia adentro, en vez de adentro hacia afuera. Si en las sociedades tradicionales la posición de una persona estaba determinada por su rol, y en las sociedades modernas la posición estaba determinada por el logro, en tiempos postmodernos la posición de una persona está determinada por la moda o el estilo. [16] A medida que cambia el estilo, debemos cambiar con él, porque si no nuestra identidad quedará en duda. Una cosa es querer encajar con nuestros pares. Otra cosa completamente distinta es creer que nuestra propia identidad está ligada con las modas del momento. Pero así es la vida en el mundo postmoderno.
Sin embargo, estar ligado con las modas del momento significa que no hay ningún contexto externo para nuestras vidas. Estamos "situados históricamente." [17] Eso significa que nuestras vidas sólo pueden ser comprendidas en el contexto del momento histórico presente. Todo lo que importa es el ahora. Lo que fui ayer es irrelevante; lo que seré mañana es una incógnita.
Resumamos nuestra discusión hasta este punto. En los tiempos postmodernos no hay ninguna confianza en nuestra capacidad de conocer la verdad. No hay ninguna metanarración que sirva para definir y dar un contexto a nada. El cambio es fundamental, y los cambios vienen a menudo y no siempre forman un patrón coherente. No hay ninguna naturaleza humana, ni hay verdaderas personalidades; no existe ningún "yo" que sea identificable a lo largo de mi vida. Todo lo que soy, lo soy porque he sido "creado," por así decirlo, por fuerzas exteriores. Una de las fuerzas más potentes es el lenguaje, con su capacidad de definir y controlar. Mi vida es como una historia o un texto que está siendo escrita y reescrita constantemente. Soy según cómo he sido definido. Lo que soy hoy no significa nada para mañana. Para validarme, debo asumir la tarea de definirme, de escribir mi propia historia de mi modo, sin dejar que otros la escriban por mí.
Pero, para muchos postmodernistas esto no es en realidad un ejercicio individual para nada. Soy parte de un grupo, y se espera que siga perteneciendo a este grupo y que sea definido de acuerdo con mi grupo. Además, no se le permite a nadie afuera del grupo que participe en el proceso de definición. Así que, por ejemplo, los hombres no tienen nada que decir a las mujeres acerca de cómo deben actuar o los roles que deben cumplir.
El resultado final de todo esto es lo que usted ya sabe. La vida en el mundo postmoderno es una vida de inestabilidad. Para citar a Thiselton nuevamente, la pérdida de estabilidad, identidad y confianza "generan una incertidumbre, inseguridad y ansiedad profundas . . . El yo postmoderno vive diariamente con la fragmentación, la indeterminación y una intensa desconfianza" de todas las afirmaciones de una verdad última o de normas morales universales. Esto da como resultado una actitud defensiva y una "preocupación creciente con la autoprotección, el interés propio, el deseo de poder y de recuperar el control. El yo postmoderno, por lo tanto, está predispuesto a asumir una postura de estar listo para el conflicto." [18] Nuestra fragmentación, nuestra falta de un "giroscopio" interior que nos dé dirección y equilibrio, las presiones de las fuerzas exteriores para conformarnos, la falta de continuidad en nuestras vidas, trabajan en conjunto para quitarnos todo sentido de quiénes somos, o de que aun seamos personas individuales.
Algunas personas pueden desesperarse ante esto. Pero muchos creen que deberíamos aceptar esto antes que combatirlo. Si no estamos contentos con nuestra "historia" individual, deberíamos reescribirla. Simplemente necesitamos aceptar nuestra multiplicidad interior e idear una historia que la explique. "Si el significado se construye en el lenguaje," dice un escritor, debemos aprender a contar "historias mejores, más ricas y más extensas" acerca de nuestras vidas. [19]
Pero, si las fuerzas que nos rodean son tan fuertes, ¿cómo podremos enfrentarlas? Si nos encontramos resistiendo a otros que tratan de definirnos o de fijar normas por nosotros, indicando que creen que son lo suficientemente fuertes como para tener una influencia sobre nosotros, ¿cómo podremos alguna vez evitar ser absorbidos por su "pensamiento de grupo," donde siempre se espera que sigamos la línea oficial? ¿Qué ocurre con nuestra propia individualidad? ¿Acaso no hay lugar para nuestro conjunto único de dones y capacidades, necesidades y deseos, amores e inquietudes individuales?
Considere también el potencial de pérdida para el individuo en favor del grupo. ¿Qué pasa si las normas u objetivos del grupo anulan a los individuos del grupo? El profesor Ed Veith ha hablado de las similitudes entre esta mentalidad y la del fascismo en su supresión del individuo en favor del grupo. Sea que se den cuenta o no, los postmodernistas no están estableciendo una base para validar a los oprimidos, sino que están "resucitando formas de pensar que nos dieron la Guerra Mundial y el Holocausto." [20] Veith cita al escritor David Hirsch, quien dijo: "Los proveedores de las ideologías postmodernistas deben considerar si es posible anular a los seres humanos en la teoría sin, al mismo tiempo, hacer que las vidas humanas individuales no tengan valor en el mundo real." [21]
¿Existe una respuesta en Cristo para los "no-yos" fragmentados y sospechosos del mundo postmoderno?
En la opinión de este escritor, es cuestión de simple sentido común que somos personalidades individuales con una identidad que llevamos a lo largo de nuestros años, a pesar de los diversos cambios que experimentamos. "Yo" puedo hacerme responsable por las cosas que "yo" hice hace cinco años. El individuo que es llevado al banquillo de los testigos es considerado el mismo "yo" que fue testigo de sucesos específicos del pasado. A una trabajadora se le promete una pensión cuando se jubila con el entendimiento de que la jubilada será la misma persona que la que trabajó por varios años. [22] Además, sabemos que tenemos un conjunto de habilidades, grandes o pequeñas, que son nuestras y que podemos usar para el bien o para el mal. Naturalmente nos resistimos a ser moldeados a la imagen de otras personas y a ser impedidos de expresar nuestra propia naturaleza verdadera.
¿Tiene algo que decir Cristo al individuo postmoderno que no puede compartir el punto de vista del sentido común de que es la misma persona hoy que la que fue ayer? ¿Y puede decirle algo a la persona que quiere afirmar o recuperar su propia identidad y quiere trazar un curso para su vida para que, como individuo, pueda experimentar y aprender de Él y pueda desarrollar una personalidad propia.?
Por cierto que sí. El llamado de Dios en Cristo es a individuos dentro de la historia mayor de la obra de Dios en este mundo. [23] Por una parte, al haber sido creados por Él nos vemos como personas a las que se les puede hablar como Jeremías, con la noticia de que Dios lo conoció antes que naciera. Era el mismo Jeremías que estaba siendo formado en el vientre de su madre al que Dios habló como adulto (Jer. 1:5). Además, en Cristo nos reconocemos como individuos responsables que deben dar cuenta de nuestras acciones sin señalar con el dedo acusador a la "sociedad" (Ap. 20:12).
En Cristo podemos reconocer que somos modelados, en gran medida, por lo que nos rodea, y que estamos situados históricamente hasta cierto punto. Pero no estamos atrapados. La redención "promete liberación de todas las cadenas de causa y efecto de fuerzas que retienen al yo en su pasado." [24]
Hay más. En Cristo, la sospecha que caracteriza al hombre postmoderno que siempre está en guardia para no ser redefinido y controlado por otros se disuelve en un amor que se entrega a los intereses de Dios y de otros hombres. [25] La voluntad de poder del hombre postmoderno que es autodestructivo deja lugar a la voluntad de amar que se extiende para construir en vez de controlar. [26] Ciertamente podemos encontrar un terreno común con personas de otros grupos. "La cruz de Cristo en principio hace añicos los límites y los conflictos entre judíos y gentiles, mujeres y hombres, libres y esclavos" (Gá. 3:28). [27] Si reconocemos nuestra condición de situación histórica relativa, nos ayudará a entender la importancia de la iglesia local como el contexto social dentro del cual las barreras se destruyen. [28] En Cristo, entonces, tenemos amor antes que conflicto, servicio antes que poder, confianza antes que sospecha. [29]
En Cristo, reconocemos que a veces la vida parece caótica, que hay lugares de oscuridad donde nos sentimos abrumados por fuerzas exteriores que no se comportan como deberían, de acuerdo con nuestras ideas. Piense en las experiencias de Job y del escritor de Eclesiastés. Pero somos llamados a "poner la mira en las cosas de arriba" (Col. 3:2), a poner nuestra confianza en "el temor de Jehová" (Pr. 9:10; Job 28:28; Ec. 12:13) en vez de darnos por vencidos en desesperación o tratar de encontrar una solución simplemente reescribiendo nuestra historia con nuestro propio conjunto de "realidades" preferidas. [30]
Thiselton resalta la importancia de la resurrección para el hombre postmoderno. "La resurrección ofrece la promesa de la esperanza desde más allá de nuestras fronteras de la condición de situación histórica del yo postmoderno, en su aprieto restrictivo." [31] Además, "la promesa nos llama 'desde adelante' invitando al yo postmoderno a descubrir una identidad reconstruida." "Constituye una 'segura y firme ancla' (He. 6:19) que vuelve a centrar al yo. Otorga al yo una identidad de valor y provee un significado provechoso para el presente." La obra de Cristo promete la restauración del yo individual que "una vez más, llegará a llevar completamente la imagen de Dios en Cristo (He. 1:3; Gn. 1:26) como una personalidad definida por el dar y el recibir, por el amar y por el ser amada incondicionalmente." [32] Como escribe Steven Sandage: "La esencia absoluta en la vida no es el cambio sino la fe en un Dios que no cambia, el 'ancla del alma' que nos recuerda que somos extranjeros que anhelamos un país mejor" (He. 6:19; 11:1-16). [33]
El mensaje de esperanza es el que los hombres y mujeres postmodernos necesitan oír. Ese mensaje, entregado dos milenios atrás, aún habla hoy. "La palabra de Dios permanece para siempre" (Is. 40:8). Algunas cosas nunca cambian.
1. Anthony Thiselton, Interpreting God and the Postmodern Self: On Meaning, Manipulation and Promise (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995), 130.
2. Walter Truett Anderson, The Future of the Self: Inventing the Postmodern Person (New York: Jeremy P. Tarcher/Putnam, 1997), 26.
3. David Reisman, with Nathan Glazer and Reuel Denney, The Lonely Crowd: A Study of the Changing American Character (New Haven: Yale University Press, 1950), 26; citado en Anderson, 26.
4. Steven J. Sandage, "Power, Knowledge, and the Hermeneutics of Selfhood: Postmodern Wisdom for Christian Therapists," Mars Hill Review 12 (Fall 1998): 66.
5. Thiselton, 13.
6. Gene Edward Veith, Postmodern Times: A Christian Guide to Contemporary Thought and Culture (Wheaton, IL: Crossway Books, 1994), 49. Note la breve definición de Lyotard: "Simplificando al extremo, yo defino lo postmoderno como una incredulidad hacia las metanarraciones." Jean-François Lyotard, The Postmodern Condition: A Report on Knowledge, trans., Geoff Bennington and Brian Massumi (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1984), xxiv).
7.Ibid., 47-51.
8. Para un reconocimiento de un cristiano de esto en su propia vida, ver Sandage, 68-69.
9. Kenneth J. Gergen, The Saturated Self: Dilemmas of Identity in Contemporary Life (New York: Basic Books, 1990), 228. Citado en Anderson, 38.
10. Gergen citado en Anderson, 38.
11. Anderson, 38.
12. Ibid., 41.
13. Ibid., 42.
14. Ibid., 42-43.
15. Ibid., 51-56.
16. Veith, 85.
17. Thiselton, 42, 148-150.
18. Ibid., 130-31.
19. Anderson, 56.
20. Veith, 80.
21. David H. Hirsch, The Deconstruction of Literature: Criticism After Auschwitz (Hanover, NH: Brown University Press, 1991), 165; quoted in Veith, 80.
22. Thiselton, 74.
23. Tengo una gran deuda con Thiselton por esta porción de la discusión. Ver caps. 23 y 24.
24. Thiselton, 155.
25. Ibid., 160.
26. Ibid., 161.
27. Ibid., 43.
28. Cf. Sandage, 72.
29. Thiselton, 43.
30. Sandage, 71-72.
31. Thiselton, 43.
32. Ibid., 163.
33. Sandage, 73.
Traducción: Alejandro Field
© Copyright 1999, Probe Ministries International